jueves, 15 de mayo de 2008

Diplomático patio de luces


Mi vecina del quinto, puerta par, ostenta desde hace un par de años el honorable (por no decir engorroso y poco agradecido) cargo de Presidenta de nuestra pequeña y, no por ello menos conflictiva, comunidad. Les ubico. 8 pisos, 16 puertas y diez familias que guiar hacia el consenso, con talante y sin crispación. En realidad son nueve, pero digo ocho porque son los oficiales, los de hogares burguesitos con 130 m2, los de gente bien. El noveno era hace años la casa del portero, entrañable hombre que repartía collejones a personitas que no llegábamos al metro de altura cada vez que nos veía poniendo unos rechonchitos dedos en el espejo del ascensor, que con tanto esmero apañaba cada mañana, cada tarde, ¿cada cuarto de hora? . Pepe, el portero, cancerbero de nuestras moradas, abrillantador de nuestro mármol, de nuestros cristales, y sobretodo, de nuestro estatus en el ensanche valenciano, allí donde hay que pulir cada mañana, cada tarde… cada cuarto de hora, la hipócrita fachada. Pese a todo, parece ser que el responsable de marketing de esta nuestra comunidad no era gente bien, y es por eso que se vieron en la obligación de remarcarlo estética y funcionalmente: hasta el octavo hay escalera de mármol y ascensor, pasada esta línea llegamos a un habitáculo de unos 60 m2 con suelo de granito y sin ascensor. Para más inri se goza de una música chill-out, al compás de las poleas de dicha maquina elevadora.
Pepe se jubiló hace unos 15 años, y una servidora hace actualmente uso del anexo del noveno, que ya no es un habitáculo de portero sino un ático en el centro con terraza, un loft, un estudio, una buhardilla bohemia, un picadero, en definitiva, mola. Ahora bien, que tenga cédula de habitabilidad o no es una variable que la burbuja inmobiliaria ha decidido elidir a la hora de fagocitar “el pisito” y hacerlo parte de ese Monopily que lejos de entretener, nos da ganas de llorar a fin de mes, y eso ya no mola tanto.

Bueno, regresando de Úbeda, aterrizmos en esa puerta 10 una apacible tarde. La presi, como todo español que se precie, participa de ese patrimonio de la humanidad que es la siesta, y cabecea en su butaca. Un chorro de agua por el deslunao la sobresalta. Al asomarse, comprueba con estupor que el del sexto, esta cerrando el ventanal y recolocando las cortinas. Confirmado el sospechoso, falta conocer el menester. Fácil ecuación: cae chorro al deslunao, aterriza en la terraza del mismo, y para nuestra desgracia, ahí se queda. Es pis. El olor a amoniaco del cuarto trastero que tuerce el gesto incluso a Ronald McDonald y donde convecinos como yo guardamos la bici, no es, cómo pensabamos, culpa de las tuberías, sino más bien de la tubería fisiológica de uno de los vecinos. Sí, en esa finca de gente bien, hay gente que orina por el ventanal.

La presidenta, a la que para ser honestos le endosamos el cargo cuando llegó nueva, me narra el problemilla. No me extraño, pues el presunto orinador sufrió un accidente hace años, y desde entonces prescinde del aseo personal. Los vecinos lo sabemos, lo asumimos, y con una diplomática sonrisita ponemos cualquier excusa para no coincidir en el ascensor con él, dada la elevada probabilidad de nauseas y asfixia. Nos evitamos así un incomodo “Podría usted lavarse ¿no?”. El problema es que la “lluvia” no puede sobrellevarse con una escampada por la escalera, por tanto, no resbala a la pregunta
“¿Podría usted no hacer sus necesidades por el ventanal del deslunao?” Soy mala, pero en el fondo me hace gracia. Aunque no se qué me hace más gracia: la diplomática exposición del problema de la presi con cara de póquer, o la cara de la nueva vecina inglesa, repipiosa, escrupulosa, estirada y muy cool, al saberse receptora directa del flujo. En fin, si estuviéramos en EE.UU, donde puedes denunciar hasta a Dios por los males del mundo, estarían el vecino y la orina en los tribunales, si me apuras, también el WC reclamando una indemnización por sentirse ninguneado en esa casa. Pero como estamos aquí, y Pepe hizo muy bien su trabajo, la cosa queda en casa, o en el deslunao, y seguimos siendo gente bien.

Lucia Pinar García

4 comentarios:

Anónimo dijo...

A Lucía no le gusta justificar los textos

Anónimo dijo...

Lucía: sin justificación y...

SIN CENSURAAAAAAAAAAAAA!!!!!

Anónimo dijo...

sin censura y sin aldeaños. Gran columna costumbrista por tu parte.

Anónimo dijo...

Ok, sin aldeaños... pero siempre nos quedarán los todoterreno, no lo olvides nunca.