jueves, 29 de mayo de 2008
Agua para todos... los que querian ver a Calamaro en Valencia
El sabado 17 de mayo estraba programado el concierto como clausura del Festval 10BOB de Burjassot, al que también asistieron Chambao, la Fura del Baus y Diego el Cigala, entre otros. Con suerte, pensamos infelices los desilusionados calamareros, se aplazó al viernes 23 de mayo, ultimo día previo a la gira nacional. Pero, aunque el día amaneció radiante, se ve que Calamaro va a ser reclamado por Camps y Varcárcel como nueva estrategia más efectiva que el cansino "Agua para todos" para conseguir su ansiada agua y malgastarla. No sólo llovió, más bien tronó, diluvió. Si hubiera venido Noé en el Arca igual se hubiera podido celebrar el concierto en su yate, pero como llovia demasiado hasta para él, esta vez sí, el concierto fue suspendido. Te devuelven el dinero de la entrada, sí. Pero la devolución debería incluir el reembolso de las medicinas para la pulmonia que cogimos esperando bajo la lluvia "dos horas, mil horas....como perros"(8) hasta que la organización colgó el cartel de suspendido. Querían rapiñear lo máximo ya que, con que toque una canción, ya no hay dinero de entradas, y nosotros como lerdos grupies que somos, ahí plantados bajo miles de paraguas que pedían a gritos un rayo que animara la velada. En fin...la mantequilla engorda y el agua es muy buena pa' l campo ¿no?
pd: si andreu puede frikizar con rodolfo yo puedo con Andrelo, así que no quiero ni un solo post rechistando sobre mi entrada. jumm¡
Lucia Pinar Garcia
miércoles, 28 de mayo de 2008
El filón mediático de las feas



martes, 27 de mayo de 2008
PLACERES ESENCIALES

Hace poco terminé de leer la archiconocida novela Cien años de soledad, de García Márquez. Menudo novelón. Cuando acabé la última página sentí una satisfacción inmensa, proporcionada con mimo por la cuidada prosa del Nobel. Satisfacción unida a un desasosiego por saber que entre mis manos había pulverizado un libro de los que marcan, dejan huella y quedan para siempre en el recuerdo. Para mí, leer es como jugar al escondite. Por mis jóvenes retinas han pasado ya bastantes libros, de toda índole, de los que me compré, de los que me dejaron, de los que encontré en un rincón... y siempre voy buscando. Normalmente lo que leo suele ser entretenido, o adoctrinador, o simplemente me ayuda a pasar el rato, pero a veces me topo por casualidad con un libro de los que llamo esenciales. Mi colección de esenciales apenas supera los veinte ejemplares. Los llamo así, porque mientras los estoy devorando pasan a formar parte, irremediable y arrebatadoramente, de mi esencia, de mi yo más íntimo. Cuando, jugando a buscar esenciales, encuentro uno, me entrego y me emociono, porque he ganado. Disfruto mi lectura como un sibarita degusta un manjar, voy con tiento, saboreando cada párrafo, cada línea. Es una sensación maravillosa, casi indescriptible, hecha para vivirla y no para contarla.
Era sólo una niña, pero mi madre, todas las noches se sentaba en un butacón verde oscuro, al lado izquierdo de mi cama. Y era yo la que le leía el cuento a ella. Durante ese momento se establecía un vínculo impenetrable entre ella, el libro y yo. Nadie y nada más cabía en mi pequeña habitación rosa e infantil. Creo adivinar que fueron aquellas agradables lecturas las simientes que me convirtieron en ávida lectora. En ese sentido, mi madre fue mi principal benefactora, me enseñó a gozar, a abandonarme ante una buena novela o un libro de poemas. Me presentó a Borges, a Neruda, a Orwell, a Hesse... a casi todos. Criticó y critica, más mordazmente que nadie, mis ensayos, cuentos o poemas. Sus duras y constructivas observaciones me han producido una nerviosa inquietud para trabajar laboriosamente mis textos. Y así, escuchar de su boca aquello de: “Me gusta.” Difícil tarea.
Fue en la biblioteca hogareña, y no en la escuela, donde aprendí a leer y a escribir. El colegio, organizaba todas las Navidades un concurso literario. Había dos modalidades: poesía y narrativa. Si ganabas, te regalaban un libro y te otorgaban el correspondiente diploma. El concurso navideño, catalogado de voluntario, no contaba con la participación del alumnado. Éramos cuatro gatos los que nos presentábamos, bichos raros, que se llevaban su diploma a casa, contentos y ufanos. Poco ahínco ví poner a los profesores en instarnos a escribir. Como afirma Monzó, en el colegio “no los enseñan a escribir, ni falta que hace, porque la mayoría de padres no encontrarían bien que lo hiciesen”. Hoy creo que el voluntario concurso era, simplemente, un salvoconducto para camuflar la escasa voluntad del profesorado, una burda paradoja, teniendo en cuenta que las lecturas escolares siempre fueron obligatorias.
Me cabrea, pero sobre todo me entristece, la actitud de indiferencia de padres, profesores e instituciones. Porque la indiferencia genera indiferencia. Personas indiferentes a la sensación maravillosa, al juego de buscar esenciales, a viajar sin moverse, a soñar, a la emoción de desnudarse ante una página en blanco. Indiferentes a descubrir que, definitivamente, hay libros que no se acaban cuando los cierras. Una pena.
lunes, 26 de mayo de 2008
Que nos quiten lo perreao
Andreu Moreno
La ciudad y los perros
Título: "La ciudad y los perros"
Autor: Mario Vargas Llosa
Editorial: Alfaguara
Páginas: 488
ISBN: 8420467065
Mario Vargas Llosa es uno de los escritores más afamados de nuestro tiempo. Ha publicado infinidad de novelas, cuentos, ensayos, artículos…Ha sido político y polémico. Pero se ha convertido en toda eminencia contemporánea del que se rumorea puede convertirse en ganador del Nobel.
Muchas de sus obras han servido para criticar la sociedad latinoamericana, así como los problemas y contradicciones que azotan este continente. Sobre todo, su inspiración se basa en su vida y en su país, Perú, aunque con los años sus horizontes se hayan ampliado.
Su primera novela, la que lo dio a conocer internacionalmente, fue La ciudad los perros, que se publicó en español en 1962 y se tradujo al inglés un año más tarde con el título The Time of the Hero. Es una crítica a la barbarie de la educación militar, de los valores de la hombría, el honor, la valentía y la patria mal entendidos. Es una novela violenta, amarga y cruel. Más allá de eso, en un sentido más profundo, también es una crítica a la presión que ejerce la sociedad en la personalidad individual. El autor enreda a los personajes es la disyuntiva de dejarse llevar por el caudal del entorno social, por la virulencia de seguir las directrices para ser aceptado por el grupo; o hacerse a un lado y seguir su propio camino con la única compañía de la serenidad en el alma.
Vargas Llosa, como los protagonistas, estudió durante su adolescencia en un colegio militar. Quizás sea por eso, porque esta obra tiene algo de biográfico, por lo que su escritura se muestra extremadamente apasionada y visceral; y sus personajes, puros, vehementes y conmovedores.
A medida que avanza La ciudad y los perros se convierte en un desafío para el lector. En el relato se entremezclan las narraciones omniscientes y el discurso en primera persona de un personaje que no se identificará a lo largo de las páginas. Se juega con la confusión de las voces, pero también con la confusión de las vidas de los personajes y del tiempo, con continuos saltos atrás y adelante que no se especifican. Tuve que releer muchas veces algunos fragmentos para comenzar a desvelar, a intuir, a comprender. Hay que ser un genio para crear una literatura tan hábilmente enmarañada, que deje a la vez tantas incertidumbres en el aire y muestre con ello aspectos tan reveladores y lúcidos sobre el desarrollo de los personajes y sus acciones y emociones; en definitiva sobre el comportamiento del hombre. Con el juego de la confusión Vargas Llosa consigue crear similitudes y comparaciones que dan una dimensión diferente al argumento. Consigue involucrar en el relato la misma personalidad de quien lo lee, haciendo que la interpretación de la obra sea diversa y personal. Para cada lector La ciudad y los perros será una novela diferente, y estoy segura de que también para el mismo lector la novela cambiará según la etapa de la vida en que éste la lea.
por IRENE FRANCÉS RICO
sábado, 24 de mayo de 2008
A todo volumen

Como dice Andrea Bocceli con una senzillez apabullante, la música es la vida. Que se lo digan al que está solo en su habitación y siente un impulso irremediable hacia la rueda del volumen para escuchar bien alto una de sus canciones favoritas. A aquél que comparte miradas cómplices y sudor en una caldeada pista de baile. A la que anda por la calle y sus auriculares le hacen pertenecer a una dimensión diferente a la del resto de viandantes. Yo soy el solitario del dormitorio, el bailarín de la velada más gamberra, esa transeúnte incomunicada. La canción más rara, triste o melancólica me da flojera y me cierra suavemente los los ojos. Un tema alegre, abulta mi el pecho y me dibuja una sonrisa en el rostro. Sea como sea, el corazón hace de caja de resonancia. ¿Quién necesita drogas cuando puedes recorrer estos y otros matices sólo con una melodía?
Pero reducir mi reflexión sobre la música a los sentimientos, los latidos y al placer de los sentidos sería insuficiente. Para mi, un acorde, una base o un estribillo pueden ser suficientes para caer rendida a los pies de un artista. No sólo para entregarle mi cuerpo y mi alma. Sino porque estimula mis ganas de aprender. De investigar sobre su carrera, sus aportaciones, su estilo, sus mejores sonidos. Es como probar nuevos platos, nuevos sabores. Parecido a visitar nuevos lugares. Además, no arrincono ningún estilo. Me gusta saborear el rock y todos sus derivados, el pop, la música negra, la electrónica. Disfruto con los éxitos de los sesenta y setenta, con el disco, con la música clásica y hasta con las rancheras. Aunque eso sí, la música country y algunos estilos machacones me chirrían, no he sido del todo sincera con eso de no descartar ningún género musical. Todos tenemos manías. También huyo de la música comercial, pero hasta uno de los cuarenta principales tienta a veces a mis oídos.
Dicen que en la era tecnológica en que vivimos, los nuevos aparatos llegan a ser un órgano más de nuestro cuerpo. Ahí tenemos a los antiguos disc-man y los reproductores mp4 más novedosos. Pero la música consigue lo contrario: que nosotros seamos una prolongación de su compás. La música es materia de estudio, lenguaje universal, tema de conversación, evocación de recuerdos, motivo de evasión, negocio. Hit o fracaso. Movimiento de masas o una revolución. Platón dijo que la música es para el cuerpo lo que la gimnasia es para el alma. Y Nietzsche que la vida sin música seria un error. Yo transcribo una de las letras de Pink porque, sin ser del todo ambiciosa, cuaja como una buena doctrina para melómanos: “Dios es un dj, la vida una pista de baile, el amor es el ritmo, tú eres la música”. Amén.
LAURA RIBES
viernes, 23 de mayo de 2008
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